El cubismo y la tipografía

El cubismo se enmarca en una época en la que la tipografía estaba experimentando un cambio radical. Las vanguardias hacen temblar los cimientos del arte y el diseño, y la tipografía es un claro ejemplo de esta rotura con los rígidos cánones del pasado.

Diferentes movimientos artísticos de las vanguardias del siglo XX tocan de una manera u otra la tipografía. Todas ellas tienen en común la ruptura con la página de libro clásica: renglones rectos, alineados de forma uniforme, utilizando siempre la misma fuente en un mismo texto y escasas licencias en cuanto a la variación de estilo, color y tamaño de las letras en la página.

El cubismo, como movimiento eminentemente pictórico, no trata directamente la tipografía como lo pudieron hacer otros movimientos más pluridisciplinares como el dadaísmo o el futurismo. Pero de alguna forma sí podemos observar que las bases del cubismo tiene un eco poderoso en posteriores vanguardias y por consiguiente en la forma en que estas tratan la tipografía: una composición mucho más libre, donde prolifera la experimentación formal. La letra es llamada a ser un elemento estético más, que expresa más allá del significado de la palabra: el color, la disposición de las palabras, las formas que generan.. Toda una serie de nuevos recursos inexplorados que llevan a la tipografía de ser una disciplina meramente funcional –colocar palabras de forma que sean legibles y ordenadas- a un elemento con mucha más carga de significado.

Dentro del cubismo tenemos ejemplos del nuevo papel que la palabra empieza a tomar dentro del arte y el diseño. A Picasso se le atribuye el invento del collage, ya en su etapa cubista, con la pintura Naturaleza muerta sobre silla de rejilla (1912). Desde los inicios de esta técnica, los artistas han empleado pedazos de textos impresos para realizar su composiciones. En el collage de Picasso  podemos ver las letras “JOU”, tomadas de la cabecera del diario francés “Le Journal”. Picasso juega en otras pinturas con “Le Journal”, descomponiendo sus sílabas de la misma forma que sus cuadros suponían un experimento representativo de la realidad.

Naturaleza muerta sobre silla de rejilla. Picasso, 1912.

Otros autores cubistas se lanzan a la creación en collage jugando con palabras en sus composiciones. Juan Gris es un ejemplo representativo. Él mismo toma también la palabra “Le Journal” en un cuadro homónimo de 1916.

Le Journal. Juan Gris, 1916

El cubismo empieza a utilizar de forma habitual partes de la tipografía de publicaciones y marcas conocidas, en un contexto en el que la publicidad y los medios masivos tienen cada vez más influencia en la sociedad.

En estas piezas podemos ver como se modifican las palabras, cortándolas, suprimiendo letras… El sentido de la mayoría de estos juegos eran pequeños chistes, sutiles juegos de palabras que enriquecen la obra.

La utilización de marcas y eslógans dándoles nuevos sentidos sin duda es un juego de subversión que encarna perfectamente el espíritu rompedor del arte de la época. Un ejemplo del sentido del humor y la reutilización de reclamos conocidos la tenemos en Notre Avenir Est Dans L’air, una serie de tres bodegones en los que incluía este eslogan que Picasso encontró en un folleto publicitario. Braque y Picasso ironizaban con el hecho de que sus experimentos en el collage y la escultura coincidieron con los del pionero en aviación Wilbur Wright. Picasso utiliza la marca de caldo Kub como una forma de representar en forma de texto el estilo en su obra Paysage aux affiches (Paisaje con pósters, 1912).

Notre Avenir Est Dans L’air. Picasso, 1912.

Paysage aux affiches. Picasso, 1912.

En conclusión, podemos decir que a nivel tipográfico, los collages del cubismo abren toda una vía de experimentación a otras vanguardias como el futurismo y el dadaísmo, que trabajarán de forma intensa nuevas formas compositivas donde se explotan los recursos expresivos de las letras.

Shypon, verre et Journal. Juan Gris, 1916.


Mesa de arquitecto. Picasso, 1912.

 

Sifón, vino y botella. Picasso 1912.

 

Avoirdupois. Max Weber, 1915.

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