El aumento de horas de sol y la cercanía del verano hace que las autoridades sanitarias y sus “dermatólogos de cabecera” animen a la gente al principio de cada verano a utilizar protectores o bloqueadores solares para evitar problemas dermatológicos, cáncer de piel incluido. Sin embargo, 27 de los 29 filtros autorizados en la Unión Europea pueden –según los casos– atravesar la barrera cutánea, llegar al torrente sanguíneo, actuar como disruptores endocrinos e incluso provocar cáncer, entre otros efectos adversos. Y entre ellos destacan por su peligrosidad las benzofenonas, antranilatos y dibenzoilmetanos en los filtros UVA y los bencimidazoles, el alcanfor, el ácido cinámico, los salicatos y el ácido paraaminobenzoico (PABA por sus siglas en inglés) en los UVB. Mucha gente ignora, por otra parte, que su uso habitual está provocando en gran parte de la población un peligroso déficit de vitamina D lo que afecta muy negativamente a los huesos ya que es indispensable para mantener unos niveles adecuados de calcio y fósforo en el esqueleto y los dientes, la coagulación de la sangre y el sistema nervioso; es más, su deficiencia puede ser causa de osteomalacia, osteoporosis. caries dentales de carácter grave y raquitismo en niños con deformación, arqueamiento de piernas, bajo desarrollo muscular, dificultades respiratorias y ablandamiento de los huesos, cráneo incluido. Lo incomprensible es que actualmente las personas con más déficit de vitamina D son las que viven en los países mediterráneos –que es donde hay más luz solar– y donde menos déficit hay es en los países nórdicos –donde menos radiación solar se recibe–; y ello se debe a que en éstos se agrega habitualmente a la leche y los productos lácteos vitamina D (en España se agrega sobre todo calcio) y en los países mediterráneos la gente se protege del sol con todo tipo de protectores (físicos y químicos), procura no estar a la intemperie en verano y abusa de las cremas y geles solares. En fin, va siendo hora de estar bien informado.
