Neurosis e Histeria

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El origen del término neurosis se encuentra a finales del siglo XVIII aunque su máximo uso se circunscribe al XIX, en plena eclosión de la especialidad psiquiátrica, siendo empleado originalmente para describir cualquier trastorno del sistema nervioso.
Sigmund Freud desarrolló diversos trabajos en relación con la histeria y los trastornos obsesivos, publicados entre 1892 y 1899, sentando las bases psicogénicas de lo que él denominó psiconeurosis. A partir de sus trabajos se elaboró una clasificación, ya en desuso, que distinguía varios tipos de neurosis (en función de la expresión final de los síntomas provocados por el síntoma nuclear de la angustia): Neurosis de angustia, neurosis fóbicas, neurosis obsesivo-compulsivas, neurosis depresivas, neurosis neurasténicas, neurosis de despersonalización, neurosis hipocondríacas y neurosis histéricas.
El principal interés de Freud se centró en lo que denominó neurosis de angustia, descrita en torno a un estado de elevada excitabilidad del paciente expresada como «espera angustiosa» sobre la que el sujeto elabora expectativas funestas de futuro basadas en simbolismos (determinado sonido significa que un familiar acaba de morir, un gesto inapropiado acarreará mala suerte, etc.). Para Freud el paciente posee un caudal de angustia que permanentemente se va depositando en forma de miedos, fobias, ataques de angustia (taquicardia, taquipnea, sudoración), etc.
En su escrito ‘La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna’ Freud define así a la persona neurótica:
Los neuróticos son aquella clase de seres humanos que en virtud de una organización refractaria sólo han conseguido, bajo el influjo de los reclamos culturales, una sofocación aparente, y en progresivo fracaso, de sus pulsiones y que por eso sólo con un gran gasto de fuerzas, con un empobrecimiento interior, pueden costear su trabajo de colaboración en las obras de la cultura, o aun de tiempo en tiempo se ven precisados a suspenderlo en calidad de enfermos.

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Freud aprendió de Charcot el concepto de la causa psicogénicas de la histeria. Charcot mantenía que la histeria era causada por “ideas parásitas” procedentes de traumas, entre los que se podían encontrar algunos de raíz sexual.

Freud, y su colega Breuer, junto al que escribió “De los mecanismos psíquicos de la histeria”, pensaban que las causas estaban en recuerdos que los pacientes no podían o no querían recuperar. Charcot también lo mantenía así, pero no consideraba necesaria la identificación de la idea concreta para la curación. En cambio Freud y Breuer si consideraron buscar el recuerdo exacto causante de la histeria. Freud desarrolló la técnica que llamó de asociación libre para encontrar esos recuerdos que, en su hipótesis, permanecían necesariamente ocultos. Dado que la sexualidad es el aspecto de la vida que se solía mantener más oculto a la vista ajena, que con más reticencia se avenían a contarle los pacientes, se vieron pronto enfrentados al sexo como el fundamental componente de los recuerdos “ocultos” y, por tanto, como el principal causante de histeria.

Freud plantea que la causa de la histeria se encuentra en las intimidades de la vida psicosexual. Asimismo expone que los síntomas histéricos son siempre la expresión de deseos reprimidos. El Caso de Dora es para Freud la oportunidad para intentar esclarecer la parapsicología de la histeria. Si bien el tratamiento fue corto (duró aproximadamente 3 meses) y la paciente terminó abandonando el análisis, Freud logró integrar su teoría acerca de la histeria. Las herramientas utilizadas en el tratamiento son la asociación libre y el material de dos sueños. El sueño es para Freud la vía regia al inconsciente, es uno de los rodeos por los que se puede sortear la represión (uno de los principales recursos de la figuración indirecta en el interior de lo psíquico).

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