Concertino para órgano y orquesta
- Mester de juglares
- Mester de clerecía
- Don Carnal y Doña Cuaresma
- Dueñas e monjas
El michoacano Miguel Bernal Jiménez es una de esas personalidades de la cultura mexicana de todos los tiempos que es digna de reconocimiento. Aunque su actividad principal fue la de compositor, es importante recalcar todas las otras facetas que caracterizaron su personalidad: difusor e impulsor de nuevas generaciones, organista, profesor, director coral, y promotor de la enseñanza musical. Bernal Jiménez fue alumno de la Escuela Superior de Música Sacra de Michoacán y posteriormente marchó al Instituto Pontificio de Música Sacra en Roma. Estas dos instituciones forjaron en él su pasión por la música religiosa y el eterno amor que tuvo por la música para órgano. Por otro lado, su música siempre reveló un enorme respeto por los sonidos folklóricos de México, transformándolos y presentándolos ante nuestros oídos con una lucidez y refinamiento como sólo algunos de sus célebres colegas contemporáneos pudieron hacerlo (desde Chávez hasta Galindo, de Hernández Moncada y Moncayo hasta Contreras, por mencionar sólo unos cuantos). Así, su catálogo de obras es vasto e interesante, en el que predomina la música coral y religiosa, y un apartado de gran valor lo dedica a la música orquestal, en la que cohabitan esa dualidad “religiosa-nacionalista” del músico. Ejemplos de ello: Tres cartas de México, el Ángelus (originalmente para órgano), Noche en Morelia, los ballets El chueco y Navidad en Pátzcuaro, la Sinfonía México, y la Suite Michoacán entre otras.
Pero los intereses de Bernal Jiménez también estaban orientados al rescate de la música novohispana. Recordemos que gracias a él el archivo del Conservatorio de Las Rosas en Morelia cobró vida, y obras como la Sinfonía de Sarrier fueron conocidas. En este sentido, Bernal Jiménez compuso en 1937 una obra curiosa, delicada, y (la verdad) muy simpática, llamada Cuarteto virreinal, en el que incorpora algunas melodías populares mexicanas de todos los tiempos (como A la víbora de la mar… con la que abre el citado Cuarteto, o Naranja dulce –en el segundo movimiento-). Así pues, el interés de Bernal Jiménez se divide –como es evidente- entre lo barroco y catedralicio y lo intensamente popular. En ese sentido, podemos reconocer en su obra maestra, la ópera Tata Vasco, el más grande pronunciamiento estético de este hombre: el contraste ecléctico que propone entre las melodías tarascas y el canto gregoriano, junto a canciones románticas venidas de los conquistadores españoles.
Estos aspectos aquí planteados también son evidentes en el Concertino para órgano que Bernal Jiménez compuso en 1949, y estrenado bajo el título Retablo medieval el 6 de octubre de 1950 en el Palacio de Bellas Artes (+), con el organista Guillermo Pinto y la Sinfónica Nacional dirigida por Luis Herrera de la Fuente. Gerardo Kleinburg apunta al respecto: “De entrada, el protagonismo de un instrumento europeo y religioso por antonomasia como el órgano dificulta que la obra sea un genuino vehículo de expresión indígena. El contrapunto y los ecos lejanos del canto gregoriano, por su parte, terminan de convertir la obra en una estructura que bien puede asemejarse a una gran iglesia del barroco tardío erigida en su natal Morelia. Sin embargo –y en ello estriba el atractivo de la obra- el elemento purépecha se esfuerza empecinadamente por dejarse oír. La monodia popular, su ritmo imbricado y su diatonía franca, inducen una complejidad de texturas y un refinamiento orquestal que ennoblece la obra.”
Por su parte, el propio Bernal Jiménez fue muy explicito en el texto que pudo ser leído en la noche del estreno del Concertino: “…los títulos que llevan los tiempos del Concertino quieren ser sólo una guía para ambientar al oyente, dado que la obra tiene que ver más con el pintoresco y vigoroso mundo medieval que con el ampuloso y muelle del ‘800.”
No deja de maravillarnos esta música fabulosa, universal, de Bernal Jiménez, por su extraordinaria riqueza sonora, que nos lleva desde un ambiente bombástico hasta lo más apacible y religioso como en el segundo movimiento. No es ocioso pensar que, para fortuna (¿?) de Bernal Jiménez, el primer movimiento de su Concertino se haya vuelto muy famoso por todos los mexicanos gracias a la radio. Sí, como usted lo está leyendo. ¿Acaso quienes viven (o quienes han vivido o visitado) la Ciudad de México no recuerdan que a las 7 de la mañana y a las 12 de la noche, XEUN en Amplitud Modulada y en Frecuencia Modulada, abren y cierran sus transmisiones con el Mester de juglares de Bernal Jiménez?
Así es. Desde hace –quizá- más de treinta años que Radio UNAM utiliza como rúbrica dicho movimiento, en la más famosa grabación (y la única buena, hay que decirlo) del Concertino: con el organista Juan Bosco Correro, Herrera de la Fuente y la Sinfónica Nacional (en Discos Musart, para más señas). Me parece que es más digna la popularización de una melodía como rúbrica de una estación radiofónica de tanta tradición, que conocer el Adagio del Concierto de Aranjuez de Rodrigo gracias a los infames comerciales de unos tales Hermanos Vázquez.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
(+) Asegura Fernando Gómez L. en las notas que acompañan a la (insulsa) grabación del Concertino con Eduardo Diazmuñoz en la batuta, que la primera interpretación de esta obra ocurrió el 4 de mayo de 1949 “en ocasión de los festejos del XXV aniversario de la consagración episcopal del arzobispo Luz María Altamirano, a quien está dedicada la obra.” Dato revelador, especialmente para todos aquellos entendidos que han escrito y/o comentado sobre el Concertino, y no habían citado la “verdadera” fecha de estreno de la obra. ¿Será?
Descarga disponible:
Miguel Bernal Jiménez: Concertino para órgano y orquesta
Versión: Juan Bosco Correro, órgano. Orquesta Sinfónica Nacional de México. Luis Herrera de la Fuente, director