MIGUEL BERNAL JIMÉNEZ (1910-1956)

Concertino para órgano y orquesta

  • Mester de juglares
  • Mester de clerecía
  • Don Carnal y Doña Cuaresma
  • Dueñas e monjas

El michoacano Miguel Bernal Jiménez es una de esas personalidades de la cultura mexicana de todos los tiempos que es digna de reconocimiento. Aunque su actividad principal fue la de compositor, es importante recalcar todas las otras facetas que caracterizaron su personalidad: difusor e impulsor de nuevas generaciones, organista, profesor, director coral, y promotor de la enseñanza musical. Bernal Jiménez fue alumno de la Escuela Superior de Música Sacra de Michoacán y posteriormente marchó al Instituto Pontificio de Música Sacra en Roma. Estas dos instituciones forjaron en él su pasión por la música religiosa y el eterno amor que tuvo por la música para órgano. Por otro lado, su música siempre reveló un enorme respeto por los sonidos folklóricos de México, transformándolos y presentándolos ante nuestros oídos con una lucidez y refinamiento como sólo algunos de sus célebres colegas contemporáneos pudieron hacerlo (desde Chávez hasta Galindo, de Hernández Moncada y Moncayo hasta Contreras, por mencionar sólo unos cuantos). Así, su catálogo de obras es vasto e interesante, en el que predomina la música coral y religiosa, y un apartado de gran valor lo dedica a la música orquestal, en la que cohabitan esa dualidad “religiosa-nacionalista” del músico. Ejemplos de ello: Tres cartas de México, el Ángelus (originalmente para órgano), Noche en Morelia, los ballets El chueco y Navidad en Pátzcuaro, la Sinfonía México, y la Suite Michoacán entre otras.

Pero los intereses de Bernal Jiménez también estaban orientados al rescate de la música novohispana. Recordemos que gracias a él el archivo del Conservatorio de Las Rosas en Morelia cobró vida, y obras como la Sinfonía de Sarrier fueron conocidas. En este sentido, Bernal Jiménez compuso en 1937 una obra curiosa, delicada, y (la verdad) muy simpática, llamada Cuarteto virreinal, en el que incorpora algunas melodías populares mexicanas de todos los tiempos (como A la víbora de la mar… con la que abre el citado Cuarteto, o Naranja dulce –en el segundo movimiento-). Así pues, el interés de Bernal Jiménez se divide –como es evidente- entre lo barroco y catedralicio y lo intensamente popular. En ese sentido, podemos reconocer en su obra maestra, la ópera Tata Vasco, el más grande pronunciamiento estético de este hombre: el contraste ecléctico que propone entre las melodías tarascas y el canto gregoriano, junto a canciones románticas venidas de los conquistadores españoles.

Bernal Jiménez (ca. 1941)

Estos aspectos aquí planteados también son evidentes en el Concertino para órgano que Bernal Jiménez compuso en 1949, y estrenado bajo el título Retablo medieval el 6 de octubre de 1950 en el Palacio de Bellas Artes (+), con el organista Guillermo Pinto y la Sinfónica Nacional dirigida por Luis Herrera de la Fuente. Gerardo Kleinburg apunta al respecto: “De entrada, el protagonismo de un instrumento europeo y religioso por antonomasia como el órgano dificulta que la obra sea un genuino vehículo de expresión indígena. El contrapunto y los ecos lejanos del canto gregoriano, por su parte, terminan de convertir la obra en una estructura que bien puede asemejarse a una gran iglesia del barroco tardío erigida en su natal Morelia. Sin embargo –y en ello estriba el atractivo de la obra- el elemento purépecha se esfuerza empecinadamente por dejarse oír. La monodia popular, su ritmo imbricado y su diatonía franca, inducen una complejidad de texturas y un refinamiento orquestal que ennoblece la obra.”

Estatuta de Bernal Jiménez en el Conservatorio de Las Rosas en Morelia. Noviembre 2006

Por su parte, el propio Bernal Jiménez fue muy explicito en el texto que pudo ser leído en la noche del estreno del Concertino: “…los títulos que llevan los tiempos del Concertino quieren ser sólo una guía para ambientar al oyente, dado que la obra tiene que ver más con el pintoresco y vigoroso mundo medieval que con el ampuloso y muelle del ‘800.”

No deja de maravillarnos esta música fabulosa, universal, de Bernal Jiménez, por su extraordinaria riqueza sonora, que nos lleva desde un ambiente bombástico hasta lo más apacible y religioso como en el segundo movimiento. No es ocioso pensar que, para fortuna (¿?) de Bernal Jiménez, el primer movimiento de su Concertino se haya vuelto muy famoso por todos los mexicanos gracias a la radio. Sí, como usted lo está leyendo. ¿Acaso quienes viven (o quienes han vivido o visitado) la Ciudad de México no recuerdan que a las 7 de la mañana y a las 12 de la noche, XEUN en Amplitud Modulada y en Frecuencia Modulada, abren y cierran sus transmisiones con el Mester de juglares de Bernal Jiménez?

Así es. Desde hace –quizá- más de treinta años que Radio UNAM utiliza como rúbrica dicho movimiento, en la más famosa grabación (y la única buena, hay que decirlo) del Concertino: con el organista Juan Bosco Correro, Herrera de la Fuente y la Sinfónica Nacional (en Discos Musart, para más señas). Me parece que es más digna la popularización de una melodía como rúbrica de una estación radiofónica de tanta tradición, que conocer el Adagio del Concierto de Aranjuez de Rodrigo gracias a los infames comerciales de unos tales Hermanos Vázquez.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

(+) Asegura Fernando Gómez L. en las notas que acompañan a la (insulsa) grabación del Concertino con Eduardo Diazmuñoz en la batuta, que la primera interpretación de esta obra ocurrió el 4 de mayo de 1949 “en ocasión de los festejos del XXV aniversario de la consagración episcopal del arzobispo Luz María Altamirano, a quien está dedicada la obra.” Dato revelador, especialmente para todos aquellos entendidos que han escrito y/o comentado sobre el Concertino, y no habían citado la “verdadera” fecha de estreno de la obra. ¿Será?

Descarga disponible:

Miguel Bernal Jiménez: Concertino para órgano y orquesta

Versión: Juan Bosco Correro, órgano. Orquesta Sinfónica Nacional de México. Luis Herrera de la Fuente, director

MIGUEL BERNAL JIMÉNEZ (1910-1956)

El Chueco (Ballet)

Alguna vez, hace no muchos años, pude conversar con el eminente radiodifusor Eugenio Bernal Macouzet, hijo del compositor michoacano Miguel Bernal Jiménez. De todo el magnífico acercamiento que me dio a la música de su padre, de su pensamiento musical y de su incansable labor de divulgación y educación musical, creo que aún escucho el resonar en mi cabeza de una breve frase que salió de sus labios, casi al terminar nuestra charla: “Él (Bernal Jiménez) escribió la música que quería, vivió la vida como la sentía.”

Y si aún recuerdo dichas palabras es porque en ellas habita una gran razón. Bernal Jiménez era un fervoroso creyente católico, y al mismo tiempo estaba convencido y amaba enormemente nuestra música, nuestras raíces. Por ello, toda la producción musical de este hombre estuvo orientada por esas vertientes: la de la música religiosa y la del nacionalismo. Ambos caminos, que para cualquiera podrían parecer dispares, nutrieron la imaginación de Bernal Jiménez con fuerza, con un estilo inconfundible, plena de una originalidad que muchos hubieran envidiado pero que era existente sólo en unos cuantos. En este sentido, el poeta Manuel Ponce escribió que: “No era simple versatilidad de espíritu el poder fraguar, como él lo hacía, lo mismo sonecillos populares, propios de flautas y chirimías, que majestuosas fugas y cantatas a los acordes de órganos y violas celestiales; lo mismo villancicos navideños y cuartetos virreinales (donde brinca la gracia de una A la víbora, Víbora de la Mar…) que los silbos prolongados en un Himno de los bosques, las añorantes Tres cartas de México, el amor visceral de la ópera Tata Vasco, la fusión del humanismo cristiano y mexicano de Los tres galanes de Juana.”

El Chueco (1950-1951) de Bernal Jiménez surgió gracias al extraordinario auge que protagonizó la escena dancística mexicana, especialmente en la década de 1950, gracias al apoyo evidente y singular empuje que a esta le dio Miguel Covarrubias mientras se desempeñó como Director de Danza del INBA. La convocatoria de este personaje tanto a compositores como escenógrafos, pintores, escritores, dramaturgos, poetas, entre otros, tuvo sus frutos al enriquecer decididamente –en prácticamente una década- el nivel expresivo y de novedad en la danza contemporánea, actividad que puede equipararse al momento en que Carlos Chávez (1899-1978) fundara la Orquesta Sinfónica de México en la década de 1920.

Miguel Covarrubias

El Chueco constituye una fascinante amalgama de elementos colorísticos muy populares, en donde se pueden escuchar motivos festivos que aderezan una trama que, aunque parezca terrible, tiene un final feliz. En ella, se habla de un niño paralítico (el Chueco) que sueña por su bienestar y es apoyado por su protectora. Todas las añoranzas del niño se hacen realidad paulatinamente y encuentra un momento feliz de su vida al participar de la algarabía de las fiestas de su pueblo con la gente que lo ha visto crecer, reconciliándose con la vida.

Esta es la trama del ballet El Chueco:

“Por la calle que lleva al santuario marchan los Peregrinos y los Penitentes que van a pagar sus mandas. Entre ellos se mezclan los Obreros que llevan a cuestas la imagen de un Cristo, los indígenas con sus enfermos, etcétera. De su casa la Cuidadora saca al Chueco al quicio de la puerta para que se distraiga y lo deja solo: cuatro Rapaces lo acosan burlándose de él y atormentándolo, hasta que aparece la Güila y los dispersa. Se compadece del Chueco; lo consuela y se aleja en medio de su propia tragedia.

“El Chueco se ha dormido cuando aparece el Santón. En sus sueños ve acercarse un monstruo de cuatro cabezas (los Rapaces) que lo persigue hasta hacerlo rodar; se arrastra por el suelo tratando de huir. La escenografía se transforma en siluetas macabras. El monstruo se desintegra en varias partes. Cuando llevan al Chueco a un clímax de angustia y de terror, aparecen dos Ángeles (la Cuidadora y la Güila) que hacen que se desvanezca el monstruo. El Chueco se transfigura cuando los Ángeles lo ayudan a ponerse de pie. Recupera el movimiento y, librado, expresan juntos una danza de alegría.

“Al volver la luz a la escena, el Chueco despierta de su sueño. Se ha liberado. El mundo real le parece más feliz que antes y se siente reconciliado con los que le rodean. Poco a poco vuelven a pasar los personajes que han desfilado desde la primera escena: los Peregrinos que han cumplido sus mandas; los rapaces que ya no lo torturan; la mujer que lo cuida; la Güila que, ebria y acompañada de sus hombres, no lo olvida.

“Se escucha la música de los Cómicos que se acercan por una de las calles; la multitud los rodea cuando aparecen. La Cuidadora le pide al Santón que cargue al Chueco para llevarlo a ver de cerca el espectáculo. Hacen su acto el Acróbata, la Equilibrista, la Contorsionista, el Payaso y la Mamboleta. Al terminar empiezan a alejarse con su ritmo lleno de vida y sus colores alegres, seguidos por la multitud. Al mismo tiempo y por la calle opuesta a los Cómicos, pasa otra procesión de Peregrinos. El Chueco trata de ir tras el bullicio de los Cómicos. La Cuidadora lo arrulla en su regazo.”

Con respecto la sabia y brillante orquestación que propone Bernal Jiménez en este ballet, Luís Pérez ha dicho: “…posee un dinamismo instrumental, en el que el musicólogo Dan Mälmstrom ha querido encontrar rasgos de la orquestación y de la música de Stravinsky (Petrushka) y si bien no está lejos de poseer cierta razón, El Chueco pierde sus ataduras con Stravinsky por su mexicanismo natural y su estructura. Todas las ferias del mundo se parecen, pero las ferias y los circos pueblerinos mexicanos son únicos. Y ello está idealmente descrito en esta obra.”

El Chueco se estrenó en la temporada de otoño 1951 del Ballet Mexicano en el Palacio de Bellas Artes. La coreografía estuvo a cargo de Guillermo Keys, con la escenografía y vestuario del célebre Antonio López Mancera. Los papeles principales fueron interpretados por el propio Guillermo Keys (como el Chueco) y Elena Corrales (la Cuidadora).

El éxito definitivo de El Chueco permanece hasta nuestros días, aunque desafortunadamente (como muchas de los ballets surgidos en aquella “época de oro” de la danza mexicana) hoy día son casi ignotas en los escenarios para ballet. Sin embargo, la difusión de la partitura como música puramente orquestal está vigente, y de ello también dan cuenta las innumerables grabaciones que, al paso de los años, se han realizado de El Chueco, y cuya revisión es importante como referencia:

  • Eduardo Mata, director. Orquesta Sinfónica de la Universidad (hoy OFUNAM). Editada en L.P. RCA Victor. MKLA-65
  • Fernando Lozano, director. Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Editada en L.P. RCA Red Seal. MRS-023. Editada con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública. Grabación remasterizada e reeditada en disco compacto por RCA.
  • Fernando Lozano, director. Orquesta Sinfónica del Festival Internacional de Música de Morelia. Grabación documental en L.P. del Primer Festival de Morelia, realizada con el apoyo del Fondo INBA-SACM.
  • Fernando Lozano, director. Orquesta Sinfónica Carlos Chávez. Editada en CD por Disques Forlane, Francia. (Núm. 16712)

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible

Miguel Bernal Jiménez: El Chueco

Versión: Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Fernando Lozano, director.