Soledades
Existen soledades buenas y malas, soledades del alma y del cuerpo, soledades que entristecen o alivian. Somos, por naturaleza, seres que buscamos la compañía del prójimo, que evitamos la ausencia, que interactuamos para no perder nuestra escencia humana o para no andar a la deriva por la vida. Todo es mejor de a dos, o de a tres, o de a muchos. Porque, si no hay con quien compartir la felicidad, el triunfo, el éxito, ¿sirven estos logros de algo? Es como la filosófica pregunta del árbol cayendo en un bosque sin nadie que lo escuche…
Y quién mejor para contar su soledad que un narcoléptico. En un mundo donde todo puede ser mirado, medido, escaneado, expuesto de adentro hacia afuera y viceversa, ¿cómo explicar una enfermedad solitaria e invisible, con síntomas tan íntimos y privados que la mayor parte del tiempo permanecen ocultos? Lo que no se ve, no existe. Lo que no se manifiesta, no es. Lo que no se conoce, no se comprende. De ahí la eterna soledad que nos acompaña aún en un lugar plagado de personas. La soledad de cada noche, aún cuando tenemos la suerte de tener a nuestro lado un cuerpo cálido que hace que la cama no parezca un mar sin fin en el que podríamos perdernos. La soledad de cada mañana, de cada despertar, de cada cansancio, de cada insomnio, de cada sueño. Una mochila pesada que arrastramos sin tregua, una almohada rellena de plomo y no de plumas, una carga que nos acompaña día y noche, pero que no se ve. Y si no se ve, existe para los demás? Porque tener el alma cansada y el cuerpo agotado no parecen ser síntomas tan graves… Si tan solo te salieran puntitos de color violeta y verde en la cara, no sería tan difícil hacerle entender al resto del mundo que algo serio nos pasa por debajo de la piel, más allá del mundo de la vigilia y un poco más cerca del universo de los sueños.
Pero a no malinterpretar, que no es que quiera sumar problemas dermatológicos a los que ya tenemos anotados en La Libretita del Buen Narcoléptico. No señor, gracias señor. Esto es tan solo el divagar de una mente huraña por naturaleza, que quiere contar con palabras lo que no puede mostrar y busca algo de compañía para escaparle un poco a la soledad…
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